Robando a los pobres

Papa Francisco.- ¿De dónde vienes?
Suegro del Papa.- Después de tu twitter de hoy no me atrevo a decírtelo…De comer bien, en un buen restaurant, con buen vino.
Papa Francisco.- ¿Tú solo?
Suegro del Papa.- No. Con uno de tus cardenales, que les gusta comer bien. Cuando leímos tu twitt en el restaurant casi se nos indigesta la comida: “la comida que se tira a la basura es como el alimento que se roba al pobre, al que pasa hambre”.
Papa Francisco.- ¿Y qué, no es verdad?
Suegro del Papa.- Seguramente tienes razón en que el consumismo nos impulsa a desechar. Pero en todos los órdenes de la vida: hasta en la edad. Mira qué panorama les espera a los viejos en esta Europa de la crisis económica y los recortes. Los estamos desechando…
Papa Francisco.- Así es.
Suegro del Papa.- Pero tú no te quejes de eso, que porque un viejito – Benedicto XVI – se desechó, llegaste a Papa.
Papa Francisco.- Yo nunca, nunca jamás, quise ser Papa. Por eso pido que recen por mí para que no me la crea. Recuerdo a mis abuelos y a mis padres guardando el pan que sobraba para hacer sopas, o torrijas, o migas. Y el pan que caía al suelo, para volver a ponerlo en la mesa se besaba. Ahora en lugar de repartirlo, lo tiramos al contenedor de la basura….
Suegro del Papa.- Pues ya te estás poniendo a trabajar, si quieres que el mundo cambie. Necesitarías meterte en política, y eso es complicado…
Papa Francisco.- En política se tienen que meter los cristianos. Ya sé que no es fácil, porque hoy la política, en muchísimos casos, en demasiado sucia. Pero no podemos hacer como Pilatos, lavarnos las manos y dejar que otros solucionen el problema.
Suegro del Papa.- He oído decir que definitivamente has renunciado al apartamento del Papa.
Papa Francisco.- Sí, por razones psiquiátricas.
Suegro del Papa.- ¿Qué?
Papa Francisco.- Que no me gusta estar solo, quiero estar con la gente, para saber cómo huelen, cómo lloran, como sienten, cómo bostezan…
Suegro del Papa.- Pues en Rivadavia vivías sólo en tu apartamentito.
Papa Francisco.- Sí. Pero aquello era mi casa, y yo tenía las llaves y entraba y salía cuando quería. Esta de ahora no es mi casa; no tengo las llaves y alguien decide cuándo entro y cuándo salgo. Si me voy al apartamento y me descuido, un día me puedo dar cuenta de que sólo veo a los mismos, que me adulan y me desconectan de los demás. Y ese día me moriría de vergüenza y de espanto.

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