Papa Francisco, Sri Lanka y Filipinas: budista recalcitrante.

Suegro del Papa.- ¿Cómo va? ¿Bien?
Papa Francisco.- Muy bien. Me gusta estar fuera de palacio, fuera de la Curia.
Suegro del Papa.- Se te nota. Y a ellos que estés fuera.
Papa Francisco.- A qué “ellos”.
Suegro del Papa.-. Lo sabes muy bien. A los que les está pisando el callo de sus derechos adquiridos, de su doble vida, de su rutina de poder establecido…
Papa Francisco.- No son tantos.
Suegro del Papa.- Más de los que parecen y, sobre todo, más de los que deben ser. Son todos esos de la Curia Vaticana y allegados que siguiendo a Messori echan de menos a un Benedicto XVI, Papa al que no respetaron, pero que les daba el clavo ardiendo de la “sólida doctrina”.
Papa Francisco.- Pero ahora estamos aquí, en Sri Lanka y Filipinas.
Suegro del Papa.- Cierto. Pero incluso aquí están con las garras afiladas. Y se permiten criticarte por visitar un templo budista, por lucir la vestidura naranja de los monjes budistas. Hacen correr la voz de que eres un sincretista que no cree en nada y cree en todo.
Papa Francisco.- Creo en Dios Padre. Creo en Jesús, creo en mis antiguos hermanos que impulsados por Ignacio y Javier llevaron la fe hasta las mismas puertas de China. Y nada ni nadie me apartará del amor de Cristo y del de su Iglesia.
Suegro del Papa.- Pues suenan campañas de guerra nuevamente y, si pudieran volverse atrás, bloquearían tu elección como fuera.
Papa Francisco.- Eso es tu visión humana y a ras de tierra de las cosas. No creo que sea así. Y en todo caso, el Señor no tiene en cuenta nuestras ideas y pecados, sino la fe de su Iglesia, que como hemos visto en Sri Lanka y vemos en Filipinas, es inmensa, poderosa y vivificante.

Papa Francisco: el cardenal Blázquez, Arzallus, Michuacán o Madrid. Nos vamos a Filipinas.

Suegro del Papa.- Feliz año, Bergoglio.
Papa Francisco.- Vienes fuerte. ¿Va de apellido? ¿No has tenido buenas fiestas?
Suegro del Papa.- Seguramente mejores que las tuyas.
Papa Francisco.- Las mías han sido sencillas, pero cordiales y alegres. No han sido malas… aunque lleve penas en el alma.
Suegro del Papa.- Ahora te desquitas. Te vas por el mundo. Menudo viajecito a Sri Lanka y Filipinas… Te vas a dar una buena soba.
Papa Francisco.- Voy encantado. Son gente muy afectuosa y merecen todo el apoyo del mundo, con todo lo que les sucede, lo que les castiga la naturaleza… y siguen con esperanza y una sonrisa.
Suegro del Papa.- Pues que vaya bien este primero, porque tienes un año movidito de viajes. ¡Y sigues sin volver a Buenos Aires…!
Papa Francisco.- No me he ido nunca: lo llevo en mi retina, en mi mente y en mi corazón.
Suegro del Papa.- Tonterías. Irías encantado, pero… “va en el sueldo” posponerlo, como diría el castizo. Has sorprendido con la lista de nuevos cardenales, como no podía ser menos.
Papa Francisco.- Pues no la hice para sorprender…
Suegro del Papa.- Ya, pero saltarte a Osorio en España a favor de Blázquez, o al arzobispo de Monterrey en Méjico a favor del de Michuacán… ¿Quieres que siga?
Papa Francisco.- No me he saltado a nadie. Estoy construyendo la Iglesia que tengo que construir y eso supone que cada cual esté en su sitio. Madrid y Monterey tienen dos buenos pastores.
Suegro del Papa.- Pues por ejemplo en España lo politizan: que si Blázquez estaba en el ostracismo con Juan Pablo II y Benedicto XVI, que si Rouco le tenía marginado. Y vas tú y le haces Cardenal, dejando sin capelo cardenalicio a Madrid.
Papa Francisco.- ¡Qué fantasías! Ni Blázquez estaba marginado antes (ha sido dos veces Presidente de la Conferencia episcopal) ni está crecido ahora. Simplemente es el Presidente de los obispos españoles, es un buen pastor en Valladolid y creo que debe tener la máxima responsabilidad eclesial para dirigir a sus hermanos: Cardenal, dispuesto a dar la sangre por Cristo y su Iglesia.
Suegro del Papa.- Pero entenderás que la gente mire las cosas con lupa, sobretodo cara a la profunda renovación de la Curia Romana que quieres hacer en febrero. Al que no le habrá hecho mucha gracia es a tu ex-colega, por jesuita, Xavier Arzallus. El que dijo aquello de “un tal Blázquez” cuando lo nombraron obispo de Bilbao…